El navío en sí está íntimamente asociado al rey Enrique VIII de inglaterra, quien heredó de su padre una armada bastante discreta y un conflicto endémico con Francia. No está claro si fue el padre o el hijo el que ordenó la construcción del Mary Rose y de su gemelo el Peter Pomegranate, pero la construcción comenzó el año 1510, y fue supervisada por Enrique VIII, quien potenciaría su armada con la construcción de otros buques de gran porte, como el Henry Grace à Dieu, que se unirían a los dos que había heredado de su padre, el Revenge y el Sovereign. En 1520 los ingleses habían constituido "de facto" una "Navy Royal" permanente, antecesora de la Royal Navy. Ya apuntaban maneras. No en vano, vivían en una isla...
El Mary Rose participó en múltiples expediciones y combates a lo largo de los años siguientes, invariablemente contra los franceses y contra sus aliados escoceses. Si bien ganó una carrera entre buques celebrada en 1513 con otros 9 buques en los Downs, ello no nos debe llevar a engaño, ya que las prestaciones veleras de cualquiera de los buques de aquella época dejaban mucho que desear. Lo cierto es que sus contemporáneos coinciden en que era un buque marinero para la época.
Ello cambiaría con la gran reforma que sufrió entre los años 1522 y 1536, tiempo que pasó en reserva en Portsmouth, aprovechando un raro periodo de paz. La reforma tuvo que ver mucho con la evolución de la guerra naval, que cada vez tendía a una mayor preeminencia de la artillería, pese a que el abordaje seguía siendo el colofón de casi cualquier combate. Pero los nuevos tipos de artillería, especialmente los cañones de bronce, empezaban a tener la potencia necesaria para causar daños graves en los cascos de los buques. De esta manera, el Mary Rose fue reartillado, abriéndosele nuevas portas para los cañones, que habían empezado a usarse sólo en 1510. De todas formas, los casi 700 tripulantes que solía llevar en combate incluían casi 300 arqueros pesados, con lo que es evidente que estas armas todavía tenían un gran peso en el combate.
Con su flamante nueva artillería, el Mary Rose estaba listo para el nuevo conflicto que asolaría europa entre 1542 y 1546, coincidiendo con la disolución de las órdenes monásticas por Enrique VIII y el proceso que acabaría en la escisión anglicana. En 1545, los franceses reunieron una potente flota, incluyendo galeras mediterráneas, para desembarcar en suelo inglés. De esta forma, el 16 de julio de 1545, bajo el mando del almirante Claude d'Annebault, penetró la bahía de Solent con 128 buques, a los que los ingleses podían oponer 80, contando con el Mary Rose. Sin embargo los ingleses no contaban con galeras pesadas, al contrario que los franceses, y en las aguas calmas de la bahía éstos eran los únicos buques con capacidad para moverse al remo y por tanto doblemente peligrosos, por lo que la flota inglesa se retiró al puerto de Portsmouth.
Los franceses montaron un ataque con sus galeras pesadas el día 19 de julio de 1545, dirigido precisamente a una pequeña flotilla de 13 galeotas que eran los únicos navíos de remo de que disponían los ingleses. Sin embargo en el transcurso del ataque se levantó una brisa que permitió que el resto de la flota inglesa, con el Mary Rose al frente, saliese al encuentro de las temidas galeras. Fue entonces cuando, a punto de trabar combate con los franceses, el buque efectuó una virada incontrolada a estribor y escoró, embarcando agua a través de las portas abiertas, lo cual ocasionó que la escora se descontrolase y artillería, bagajes y todo cuanto había en su interior se desplazó hacia el lado de babor aplastando a los aterrados tripulantes que intentaban salir de las cubiertas inferiores. Sin embargo hasta los en principio afortunados que se encontraban en la cubierta se vieron atrapados por las redes antiabordaje que se habían colocado. La rapidez del desastre fue tal que sólo se salvaron entre 35 y 40 hombres de una tripulación de entre 400 y 700 hombres, la mayoría los que estaban destinados en los castillos de proa y popa o en la arboladura.
Las causas del hundimiento permanecen en el misterio. Se baraja como la más probable que las reformas sufridas hubiesen alterado el centro de gravedad y comprometido la estabilidad del buque. Algún cronista francés quiso apuntar el tanto para sus galeras, pero es poco probable. Otra teoría hablaba de que al descargar su artillería de un costado se habría producido la fatal escora, pero fue desmentida porque las posteriores excavaciones demostraron que la artillería de ambas bandas estaba cargada en el momento del naufragio. Otra aventurada teoría, basada en el estudio de los isótopos de oxígeno de los huesos de los tripulantes concluyó que éstos eran mayoritariamente originarios del sur de europa (España e Italia, concretamente), y que por tanto pudo darse una fatal descoordinación entre las órdenes del capitán, George Carew, y una tripulación extranjera y, según parece, descontenta, como por otra parte es lógico entre latinos, según el flemático anglosajón autor de tan objetiva teoría.
Con tal comienzo, la batalla no fue muy bien para las armas inglesas, ante la vista del propio Enrique VIII, que lo presenciaba todo desde el Southsea Castle. Sin embargo, las tropas francesas desembarcadas no alcanzaron resultados concluyentes, reembarcándose en Agosto.
No acabaría ahí la historia del Mary Rose. Fue objeto de una ambiciosa operación de rescate dirigida por el cuñado del rey, Charles Brandon, al poco tiempo del hundimiento. Pero fracasó por estar el casco empotrado en el lodo, rescatando sólo artillería y otros objetos. Otras expediciones fracasaron y el asunto fue aparcado hasta que se redescubrió el pecio en el siglo XIX y se extrajeron objetos usando métodos tan poco invasivos como dinamita. En 1973 empezaron los trabajos que permitieron localizar el pecio cegado por el lodo, y empezó una ardua recuperación de los objetos del interior, hasta que en 1982 se consiguió reflotar los restos del casco, que hoy se exponen en el Mary Rose Museum, cerca del amarradero del HMS Victory.
Fuentes: Wikipedia y maryrose.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario