La segunda mitad del siglo XIX fue testigo del desarrollo de toda una revolución, la introducción de la máquina de vapor y la revolución industrial, que tuvo gran influencia en la historia de la navegación. La aparición de los buques de vapor y el final de la edad dorada de la vela cambia por completo el panorama en cuanto a la navegación y por supuesto, en cuanto a la guerra naval. Asistimos así a las armadas de buques de vapor o mixtos, y a la aparición de los navíos con su casco forrado de placas de blindaje. La era del navío de línea tocaba a su fin, y el acorazado se abría camino como el nuevo caballo de batalla.
Ya en la guerra de secesión estadounidense, con el enfrentamiento entre el CSS Virginia y el USS Monitor en la batalla de Hampton Roads, se había abierto la veda a las batallas en la que los cañoneros blindados se mezclarían con las fragatas de vela o mixtas. Y la efeméride de hoy sería una de las primeras batallas a gran escala de estas características. Hablamos de la batalla de Lissa, o Vis, que tuvo lugar en el transcurso de la tercera guerra de independencia italiana, en la que Italia, aliada con Prusia, se enfrentó con el Imperio Austriaco. El objetivo era la anexión por parte de la naciente Italia de la ciudad de Venecia y del litoral adriático en manos austriacas.
Por tanto, el Adriático y en concreto las islas y costa Dálmatas se convirtieron en escenario del enfrentamiento entre la armada italiana y la flota austriaca. Y en este marco se desarrolla la batalla de la isla de Lissa (actual Vis).
En la misma, una flota austriaca compuesta por 7 buques blindados, 11 buques de propulsión mixta sin blindar (entre ellos el navío de línea Kaiser), varias cañoneras menores y mercantes armados, bajo el mando del almirante Wilhem Von Tegetthoff, se enfrentó a una escuadra italiana compuesta por 12 buques blindados (hablar de acorazados en el sentido moderno de la palabra sería exagerado, se trataba más bien de fragatas blindadas) y 17 buques de propulsión mixta sin blindar, bajo el mando de la Conde Carlo di Pensano. La superioridad italiana no sólo era en número de buques, sino también en el número de piezas de artillería moderna, de ánima rayada y por tanto mucho más precisas y destructivas, que cada flota embarcaba, ya que la austriaca alineaba 121 frente a las 276 de los italianos.
Pese a todo, fueron los austriacos los que decidieron atacar a la flota que localizaron cerca de la isla de Lissa. Al obrar con tal agresividad, el almirante austriaco, que había dividido sus fuerzas en tres formaciones en forma de V, sorprendió a la flota italiana maniobrando para formar en línea, como en las grandes batallas de veleros. Aprovechando un hueco entre la primera y la segunda divisiones italianas, la flota austriaca maniobró cruzando la línea y forzando a la primera división italiana a un combate a corta distancia, donde el navío de línea Kaiser podía desplegar toda su potencia artillera y la precisión perdía su ventaja.
De esta forma, y con la confusión en el bando italiano maximizada por la idea del Conde di Pensano de trasladar su mando de un buque al otro, sin dar cuenta de ello al resto de la escuadra, el combate degeneró en una melée en la que menudearon los intentos de abordaje y las embestidas. De hecho el Kaiser, que sufrió graves daños, volvió las tornas en un intento de embestida del Re di Portogallo italiano, incrustando en el mismo su bauprés y el tajamar.
Otra embestida acabaría con la primera pérdida completa de la batalla, cuando el insignia austriaco Erzherzog Ferdinand Max abordó con su espolón al Palestro italiano, que se hundiría poco después. Mientras tanto, el hiperactivo insignia austriaco consiguió embestir de nuevo a otro buque blindado italiano, el Re d' italia, abriendole con su espolón una vía de agua de más de tres metros de diámetro, que se lo llevaría al fondo en pocos minutos.
Posteriormente, tras un intercambio de disparos con el Affondatore italiano, nuevo buque insignia tras el trasbordo del mando italiano, y pese a la apurada situación del buque austriaco, dañado tras haber llevado a cabo tres embestidas, el Conde Carlo di Pensano ordenó la retirada, considerando que ya había soportado demasiadas pérdidas con el hundimiento de dos de sus buques blindados. La victoria austriaca era total, y había sido llevada a cabo con audacia y con graves pérdidas.
Pensano, sin embargo, informó al llegar a puerto de una gran victoria, lo cual dió lugar a una gran fiesta hasta que la verdad se supo. Fue expulsado de la armada. La victoria austriaca se vió ensombrecida por los fracasos en tierra frente a los prusianos, con lo que el conflicto acabó con la cesión a italia de Venecia (en la flota austriaca casi todas las órdenes se daban en veneciano), aunque gracias a las victorias de Von Tegetthoff, considerado el mejor marino austriaco de toda la historia, se conservaron las islas y costa dálmatas, también ambicionadas por italia.
En la batalla intervino un buque dotado con torreta giratoria, el italiano Affondatore, y de resultas del notable uso de las embestidas, la construcción naval se orientó hacia dotar a las proas de los futuros buques de espolones, razón del perfil invertido de las proas de los acorazados hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo el hecho de que hubiese que recurrir a los abordajes era causado por una falta de potencia de la artillería para hacer mella en los nuevos blindados, cuestión que seria superada por los nuevos cañones y que haría por tanto inútiles los espolones. De hecho, resultó que por culpa de este tipo de proa, las pérdidas por abordajes accidentales en maniobras de escuadra se multiplicaron, ya que un choche de proa hacía ahora mucho más daño.
La era del vapor llegaba a las grandes batallas navales. Los nostálgicos de la vela daban sus últimos coletazos, y los soberbios y bellísimos buques de línea darían lugar a otra generación de mastodontes de acero.
Fuentes: Wikipedia.
Ya en la guerra de secesión estadounidense, con el enfrentamiento entre el CSS Virginia y el USS Monitor en la batalla de Hampton Roads, se había abierto la veda a las batallas en la que los cañoneros blindados se mezclarían con las fragatas de vela o mixtas. Y la efeméride de hoy sería una de las primeras batallas a gran escala de estas características. Hablamos de la batalla de Lissa, o Vis, que tuvo lugar en el transcurso de la tercera guerra de independencia italiana, en la que Italia, aliada con Prusia, se enfrentó con el Imperio Austriaco. El objetivo era la anexión por parte de la naciente Italia de la ciudad de Venecia y del litoral adriático en manos austriacas.
Por tanto, el Adriático y en concreto las islas y costa Dálmatas se convirtieron en escenario del enfrentamiento entre la armada italiana y la flota austriaca. Y en este marco se desarrolla la batalla de la isla de Lissa (actual Vis).
En la misma, una flota austriaca compuesta por 7 buques blindados, 11 buques de propulsión mixta sin blindar (entre ellos el navío de línea Kaiser), varias cañoneras menores y mercantes armados, bajo el mando del almirante Wilhem Von Tegetthoff, se enfrentó a una escuadra italiana compuesta por 12 buques blindados (hablar de acorazados en el sentido moderno de la palabra sería exagerado, se trataba más bien de fragatas blindadas) y 17 buques de propulsión mixta sin blindar, bajo el mando de la Conde Carlo di Pensano. La superioridad italiana no sólo era en número de buques, sino también en el número de piezas de artillería moderna, de ánima rayada y por tanto mucho más precisas y destructivas, que cada flota embarcaba, ya que la austriaca alineaba 121 frente a las 276 de los italianos.
Pese a todo, fueron los austriacos los que decidieron atacar a la flota que localizaron cerca de la isla de Lissa. Al obrar con tal agresividad, el almirante austriaco, que había dividido sus fuerzas en tres formaciones en forma de V, sorprendió a la flota italiana maniobrando para formar en línea, como en las grandes batallas de veleros. Aprovechando un hueco entre la primera y la segunda divisiones italianas, la flota austriaca maniobró cruzando la línea y forzando a la primera división italiana a un combate a corta distancia, donde el navío de línea Kaiser podía desplegar toda su potencia artillera y la precisión perdía su ventaja.
De esta forma, y con la confusión en el bando italiano maximizada por la idea del Conde di Pensano de trasladar su mando de un buque al otro, sin dar cuenta de ello al resto de la escuadra, el combate degeneró en una melée en la que menudearon los intentos de abordaje y las embestidas. De hecho el Kaiser, que sufrió graves daños, volvió las tornas en un intento de embestida del Re di Portogallo italiano, incrustando en el mismo su bauprés y el tajamar.
Otra embestida acabaría con la primera pérdida completa de la batalla, cuando el insignia austriaco Erzherzog Ferdinand Max abordó con su espolón al Palestro italiano, que se hundiría poco después. Mientras tanto, el hiperactivo insignia austriaco consiguió embestir de nuevo a otro buque blindado italiano, el Re d' italia, abriendole con su espolón una vía de agua de más de tres metros de diámetro, que se lo llevaría al fondo en pocos minutos.
Posteriormente, tras un intercambio de disparos con el Affondatore italiano, nuevo buque insignia tras el trasbordo del mando italiano, y pese a la apurada situación del buque austriaco, dañado tras haber llevado a cabo tres embestidas, el Conde Carlo di Pensano ordenó la retirada, considerando que ya había soportado demasiadas pérdidas con el hundimiento de dos de sus buques blindados. La victoria austriaca era total, y había sido llevada a cabo con audacia y con graves pérdidas.
Pensano, sin embargo, informó al llegar a puerto de una gran victoria, lo cual dió lugar a una gran fiesta hasta que la verdad se supo. Fue expulsado de la armada. La victoria austriaca se vió ensombrecida por los fracasos en tierra frente a los prusianos, con lo que el conflicto acabó con la cesión a italia de Venecia (en la flota austriaca casi todas las órdenes se daban en veneciano), aunque gracias a las victorias de Von Tegetthoff, considerado el mejor marino austriaco de toda la historia, se conservaron las islas y costa dálmatas, también ambicionadas por italia.
En la batalla intervino un buque dotado con torreta giratoria, el italiano Affondatore, y de resultas del notable uso de las embestidas, la construcción naval se orientó hacia dotar a las proas de los futuros buques de espolones, razón del perfil invertido de las proas de los acorazados hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo el hecho de que hubiese que recurrir a los abordajes era causado por una falta de potencia de la artillería para hacer mella en los nuevos blindados, cuestión que seria superada por los nuevos cañones y que haría por tanto inútiles los espolones. De hecho, resultó que por culpa de este tipo de proa, las pérdidas por abordajes accidentales en maniobras de escuadra se multiplicaron, ya que un choche de proa hacía ahora mucho más daño.
La era del vapor llegaba a las grandes batallas navales. Los nostálgicos de la vela daban sus últimos coletazos, y los soberbios y bellísimos buques de línea darían lugar a otra generación de mastodontes de acero.
Fuentes: Wikipedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario