miércoles, 23 de noviembre de 2011

1 de agosto de 1798: Batalla de Aboukir o del Nilo

En primer lugar es de justicia pedir disculpas por la demora en la aparición de este post. Problemas ajenos a la voluntad del que suscribe han hecho que sea imposible atender las obligaciones debidas al manejo de esta bitácora. 

Y ahora, metiéndonos ya de lleno en harina, nos topamos con que la efeméride de esta jornada nos retrotrae una vez más al contexto de las guerras napoleónicas, en concreto a la batalla que condicionaría la ascendencia británica sobre la flota francesa, por entonces todavía revolucionaria y no imperial, durante el largo periplo de los conflictos que asolarían europa hasta 1815. Asimismo, fue el combate que confirmo el ascenso, muy envidiado, de Horatio Nelson como comandante de Escuadra y como "hombre que ganaba batallas" en el seno de la Royal Navy. En definitiva, una de "las grandes" batallas de esta época. Hablamos de la Batalla de Aboukir o Batalla del Nilo. 

Este evocador nombre nos lleva de cabeza a la curiosa expedición realizada por Napoleón Bonaparte a Egipto. Esta extraña aventura francesa, los motivos por los que se adopta y sus consecuencias, como el ascenso a la cumbre de un napoleón cuya participación en tal aventura acarreó para Francia la pérdida de la práctica totalidad de un ejército abandonado a su suerte y una flota cercenada a cambio tan sólo de una guardia exótica de mamelucos y de una frase para la historia: "soldados, desde lo alto de esas pirámides 40 siglos os contemplan", no constituyen el objeto de este post, y por tanto nos centraremos en su faceta naval. 

No fue fácil, desde luego, para la marina francesa el organizar de la noche a la mañana el transporte y la protección de un enorme convoy cargado con tropas y pertrechos de un ejército entero. Sin embargo se aprestó una flota de 13 navíos de línea, uno de ellos de tres puentes, el insignia L'Orient, de 120 cañones, y 4 fragatas, al mando del almirante D'Aigalliers. Esta flota zarpó de Tolón el 19 de mayo de 1798. Los británicos, conscientes del elevado número de pertrechos que se amasaba en Tolón y con informaciones que indicaban una posible expedición francesa a Irlanda o incluso a Inglaterra, estaban vigilantes, habiendo recaído en Nelson al mando de una pequeña escuadra de 3 navíos de línea, 2 fragatas y una balandra la labor de descubrir la escuadra enemiga, para esperar refuerzos y entonces destruirla. Sin embargo el rumbo tomado por el francés y el mal tiempo se aliaron para que la flota gala llegase sin problemas a Alejandría, que tomó el 2 de julio, tras haber ocupado por el camino la isla de Malta. Un buen comienzo para los franceses y una decepción para Nelson que había perdido mucho tiempo entre la tormenta que desbarató su escuadra y que una vez reforzado y elevada su fuerza a 14 navíos de línea había tomado una derrota directa a Egipto que le había llevado a llegar a Alejandría unos días antes de la arribada francesa, y a partir un día antes de la misma. 

Sin embargo la entidad del movimiento francés no podía pasar desapercibida en tales latitudes, y finalmente los serviolas británicos descubrieron a la flota de guerra francesa fondeada en la rada de Aboukir, único fondeadero posible en aquella costa dada la saturación del puerto de Alejandría con los mercantes del convoy de transporte. 

Los franceses habían trabajado bastante en el fondeadero, y D'Aigalliers, consciente de las tácticas de Nelson, había formado una apretada línea con sus buques pegados a la costa y muy juntos entre sí de manera que la flota atacante sólo pudiese ofender por un costado y se viese sometida al fuego sucesivo de los buques anclados, que habían reforzado su banda de estribor con cañones adicionales, y el fuego cruzado de baterías instaladas en tierra. Lo fundamental que intentó evitar el almirante francés fue que los ingleses envolviesen por ambas bandas a sus buques. La táctica no era mala, como se encargaría de demostrar años mas tarde otra escuadra anclada en Algeciras, pero la ejecución fue deficiente y con la marea llena de la tarde del 1 de agosto de 1798, los navíos británicos, con el Culloden a la cabeza, se dirigieron al escaso paso que sepaba el primer navío francés anclado de tierra firme. Como era de esperar, el Culloden embarrancó en las cercanías de la isla de Aboukir, pero el siguiente navío en la línea, el Goliath, consiguió pasar a la banda de babor de la línea francesa. Lo más temido por D'Aigalliers estaba a punto de ocurrir. Varios buques británicos siguieron las aguas del Goliath, y conforme un plan preestablecido las dos líneas inglesas fueron acribillando y rindiendo sucesivamente a los primeros navíos de la línea francesa, que se defendieron bravamente batiéndose en desventaja por ambas bandas, en medio de una oscuridad creciente. 

Para cuando llegó el turno al insignia L'Orient, éste demostró ser un hueso duro de roer, dejando al Bellerophon inglés raso como una tabla y aguantando estoicamente las andanadas de varios buques a la vez. Sin embargo un incendio se declaró en la toldilla del coloso, que se avivó debido a que las sucesivas andanadas impidieron a la tripulación sofocarlo. A las 21:55 horas, el L'Orient estalló con una formidable explosión audible en Rosetta, a 40 km de distancia. A esa hora el almirante francés D'Aigalliers ya había muerto partido en dos por una bala de cañón. Otras fuentes afirman que se mantuvo herido en el buque abrazado a su hijo, guardiamarina, hasta que éste explotó.

La carnicería continuó durante un buen rato. En el caos de la batalla, y ya en la madrugada del 2 de agosto, los tres últimos buques franceses de la línea picaron sus cables de atraque y escaparon. Sólo dos de ellos, el Guillaume Tell y el Genereux, lo consiguieron, junto con dos de las fragatas. Al mando de lo que quedaba de la flota francesa y de lo único que se salvó, se encontraba el futuro comandante de la escuadra francoespañola en Trafalgar, Almirante Villeneuve. Como colofón, sus dos buques cazarían al día siguiente al navío de línea británico de 50 cañones Leander, que llevaba los despachos oficiales que daban parte de la gran victoria.

Los ingleses tuvieron 1.000 bajas, entre ellas 400 muertos. Sin embargo la escuadra francesa perdió1.500 muertos y 2.000 heridos, aparte de 3.000 prisioneros que fueron devueltos a Alejandría al no poder la escuadra británica hacerse cargo de ellos. 9 buques de línea fueron capturados y 2 quemados, como hundidas fueron 2 de las fragatas. La estrella de Nelson brillaba más que nunca, y el ejército expedicionario francés quedaba condenado al aislamiento y a no poder volver a su patria.

La necesidad de reemplazar pronto los navíos perdidos en Aboukir y las dificultades en la construcción de grantes navíos de tres puentes como el perdido L'Orient impulsaría a la construcción naval francesa a la botadura de navíos de 80 cañones y 2 puentes como buques más artillados de sus escuadras futuras, a los que encontramos en Finisterre, y encontraremos en Trafalgar. Pero eso, una vez más, es otra historia...

Fuentes: todoababor y wikipedia.