Habíamos dejado a la escuadra inglesa bastante maltratada y herida en su orgullo tras el varapalo sufrido en el ataque a la flota francesa fondeada en Algeciras. Sin embargo, la situación no era halagüeña para los navíos de la tricolor, ya que se encontraban frente a una de las más imponentes bases de la pérfida albión, donde se aprestaban fuerzas muy superiores. Así que el tiempo apremiaba, La escuadra española, al mando del Teniente General don Juan Joaquín Moreno, llegó para sacar a los franceses del incómodo apostadero, con cinco navíos de línea y una fragata españoles y un navío y varias embarcaciones menores francesas. Dejando al capturado Hannibal en Algeciras, la flota se hizo a la mar rumbo a Cádiz el día 12 de julio de 1801. Durante todo ese tiempo, la actividad en Gibraltar había sido frenética. Dado que el Pompée, muy dañado, no podría estar listo a tiempo, su tripulación se repartió por los otros buques, a los que se sumó el navío del línea de 74 cañones HMS Superb, cuya actuación sería providencial aquel día.
La escuadra francoespañola formó con los navíos franceses desplazándose lentamente en la vanguardia con sus aparejos provisionales arbolados tras los destrozos de la reciente batalla. A retaguardia, los dos grandes navíos de línea de tres puentes y 112 cañones San Hermenegildo y Real Carlos, de una de las series de navíos de primera clase mejor construidos y más poderosos de todos los tiempos, cubrían la posible aproximación de los ingleses, de los que se sabía que tramaban algo.
Efectivamente, la escuadra inglesa seguía a toda vela las aguas de la francoespañola. Así, con la caída de la noche, el Superb tenía a la vista a los buques españoles. se dirigía a la captura del francés Saint-Antoine, ya que enfrentarse con los dos colosos era demasiado. Pero en ese momento el capitán Keats, al mando del Superb, decidió lanzar una andanada hacia el Real Carlos por su aleta. Totalmente sorprendidos ya que la escuadra había ordenado a las fragatas navegar con la escuadra en lugar de actuar en su misión natural de descubierta, los españoles se aprestaron a devolver el fuego. Entonces, de acuerdo con las versiones más contrastadas, resultó que algunos balazos del Superb también habían alcanzado al San Hermenegildo, y éste reaccionó lanzando una andanada al buque que tomó por atacante, que también respondió a la agresión.
Lo cierto es que los dos navíos españoles se estaban batiendo entre sí en la oscuridad, mientras el Superb se dirigía hacia el Saint Antoine que navegaba más adelante y a babor. Con varios incendios a bordo, el El Real Carlos orzó mientras el San Hermenegildo arribaba, y los dos navíos se abordaron. Los incendios se propagaron y primero uno, y después otro, ambos colosos explotaron.
El propio Benito Pérez Galdós recogió este episodio en su episodio nacional Trafalgar, pero lo hizo con una versión bastante alejada de la realidad, de acuerdo con la cual el navío ingles habría sobrepasado a los dos navíos españones deslizándose entre ambos, largando una andanada por cada costado y acelerando milagrosamente para dejar que la consecuente reacción fuese que ambos se cañoneasen. Lo cierto es que nunca llegó a situarse entre los dos buques, y el propio Keats ni en sus sueños más húmedos debió creer que pasaría lo que pasó, es decir, la desaparición de dos buques de primera clase y 1.400 enemigos (más muertos que en Trafalgar o en San Vicente). Pero eso fue lo que ocurrió. La historia, junto con el previo combate de Algeciras, también se recoge en la saga de libros de Patrick O'Brian en la que se basó la película "Master and Commander".
Fuentes: Wikipedia y todoababor.
Imagen Real Carlos: Carlos Parrilla Penagos
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