La última vez que tratamos sobre la marina francesa, la habíamos dejado victoriosa en posesión de la isla de menorca, tras enviar al Almirante inglés John Byng camino del pelotón de fusilamiento. Era una época dulce para la Marine Royale, como lo sería su participación en la rebelión de las colonias americanas que desembocaría en la independencia de los Estados Unidos y en una de las más dolorosas derrotas de las fuerzas armadas británicas. Esto sucedió entre 1775 y 1782. La Marine Royale parecía en disposición de resurgir tras su derrota en los años 50 de aquel siglo en la guerra de los siete años.
Sin embargo, llegó la Revolución Francesa, y la marina fue una de las ramas que más acusó el golpe. Los oficiales de marina, escogidos entre la aristocracia, fueron purgados y sustituidos por gente cuya principal virtud era el apego a los sentimientos revolucionarios. Así la marina se vio desprovista de una buena parte de su oficialidad más competente, y la que quedaba siempre estaba a la expectativa de que un nuevo giro político la mandase directa a la guillotina.
En este contexto estallan las guerras revolucionarias, entre otros con la muy monárquica Gran Bretaña, y la flota del atlántico francesa se vió en la necesidad de escoltar un convoy cargado de grano cuya importancia era vital para una Francia que literalmente moría de hambre en aquel año 1794. El convoy partiría de la bahía de Chesapeake, en Virginia, y para encontrarlo y capturarlo se hizo a la mar desde Portsmouth el 2 de mayo el almirante Lord Howe, quien dividió sus fuerzas quedando él con 25 navíos de línea cubriendo las aproximaciones a la costa atlántica francesa. Tras dos semanas de búsqueda infructuosa, la flota inglesa se acercó a Brest, descubriendo que la escuadra francesa del atlántico en fuerza, unos 26 navíos de línea, había salido el día antes bajo el mando del almirante Louis Thomas Villaret de la Joyeuse, con la misión de asegurar la llegada del convoy.
Para más desgracia británica, la flota francesa nada más salir topó con otro convoy, este danés, e hizo numerosas presas mientras navegaba hacia el Oeste, bajo la persecución de Lord Howe, que consiguió recuperar algunas. Así, se lucharon dos acciones a larga distancia entre ambas flotas, sin resultados concretos. En el transcurso de esta persecución el almirante francés conocío la ubicación del convoy e intencionadamente varió el rumbo alejando a la flota británica de la que en el fondo era su presa. Sin embargo al hacerlo dejó a los ingleses en posesión del barlovento, con lo cual podían atacar en el momento que eligiesen.
Así, el 1 de junio de 1794, la flota británica acortó distancias rápidamente con los franceses, que casi se habían escabullido en la noche, y formó en paralelo a su linea. Fue entonces cuando Lord Howe decidió que cada buque rompiese simultáneamente la línea para lanzarse hacia su contraparte en la formación francesa, cruzando su línea y tomando de enfilada a los navíos franceses. En el fondo una táctica parecida a la de Byng en Menorca, pero sin sujeción a una formación. Sin embargo, no todos los capitanes entendieron o no quisieron entender tal orden, contraria por otro lado a la ortodoxia del combate naval, y el ataque fue descoordinado y parcial.
Ello provocó una melée de buques cañoneándose entre sí y una serie de combates independientes en los que el mayor entrenamiento y profesionalidad de los mandos británicos sirvió para salvarles de más de una situación apurada. Pese a todo fue una lucha tenaz y despiadada con grandes bajas por ambos contendientes. El almirante francés pudo recomponer su línea antes que los ingleses, e incluso llegó a represar algún buque antes de retirarse. Los franceses perdieron un buque hundido y seis capturados, con unas pérdidas humanas de unos 7.000 hombres, 3.000 de ellos prisioneros. Las bajas británicas fueron de unos 1.200 hombres. no se perdió ningún buque.
Sin embargo, esta a priori gran victoria atrajo numerosas críticas. Por un lado debido a que no se persiguió a la escuadra francesa en retirada, que pudo llegar a Brest sin problemas, y además porque el convoy de grano pudo llegar a puerto sin un rasguño, lo cual daba la victoria estratégica a Francia, pese a haber sufrido un descalabro en su potencia de combate. En puridad es necesario manifestar que el estado de la flota británica tras el combate era realmente precario, y una persecución a una escuadra que conservaba buena parte de su potencial sólo con los navíos cuyo estado les permitía lanzarse a la misma era una imprudencia.
El tiempo pondría a cada uno en su lugar. Francia no volvería a disputar el control de las aguas atlánticas a la Royal Navy, que iniciaría una campaña de bloqueo de los puertos franceses. El siguiente encontronazo entre ambas armadas, con el concurso de una tercera, de dimensiones similares no tendría lugar hasta 1805. Pero eso es otra historia...
Fuentes: Wikipedia
Buena síntesis de lo ocurrido
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