No todo el mundo participó de dicha idea, ya que el cuartel general de la marina prohibió expresamente que los buques de desembarco más grandes, como el HMS Intrepid o el HMS Fearless participasen en la operación. Como un asalto aerotransportado estaba fuera de las capacidades británicas por la carencia de helicopteros que había provocado la pérdida del Atlantic Conveyor, se decidió usar las lanchas de desembarco (LCU) de los buques mayores para efectuar una serie de pasajes, y transportar el resto en los buques de desembarco (LCS) RFA Sir Tristam y RFA Sir Gallahad.
Lo que llama poderosamente la atención es el hecho de que la operación tuvo una planificación muy somera, y más para los estándares británicos. De hecho muchas de las unidades navales en la zona no estaban informadas de la misma, y ello provocó algún conato de fuego amigo cuando fragatas inglesas estuvieron a punto de abrir fuego sobre una de las LCU. Además, los buques de protección antiaérea estaban ocupados en proporcionar cobertura al desembarco principal en San Carlos, así que se confió la protección de la fuerza desembarcada a una batería de misiles Rapier que debía ser instalada en la costa. El plan en principio preveía que el desembarco se produciría en la noche del 7 al 8 de junio, con lo que los buques estarían cuando amaneciese ya bajo la sombrilla protectora de la flota en San Carlos.
Sin embargo, una tremenda descoordinación provocó que la mañana del 8 de junio de 1982 sorprendiese a ambos buques anclados en Bluff Cove, expuestos a la mirada de los observadores argentinos situados en las alturas. No tardó en organizarse un ataque aéreo a un blanco tan tentador. Dos grupos de A4 Skyhawk y otros dos de Dagger, la versión israelí del Mirage III operada por la fuerza aérea argentina, despegaron del continente en compañía de un Learjet que proporcionaba informacion de navegación. La misión de uno de los dos grupos de Dagger era alejar la patrulla aérea de combate (CAP) de Harrier que protegía la flota.
El plan argentino de ataque funcionó, aunque no a la perfección. Los Dagger de ataque se lanzaron contra el HMS Plymouth antes de llegar a la zona de desembarco, y lanzaron las bombas demasiado bajo, con lo que pese a alcanzar al buque inglés éstas no explotaron, si bien el Plymouth resultaría gravemente dañado. El otro grupo de Dagger, sin embargo, consiguió atraer la atención de los Harrier ingleses mientras los Skyhawk, a muy baja cota, se acercaban a la zona del blanco.
La sorpresa fue total en la zona de desembarco con la aparición de los cinco skyhawk argentinos. La Batería de Rapier intentó engancharse en los atacantes, pero no funcionó. una lluvia de fuego ligero de ametralladoras y los cañones bofors de 40 mm de los LST fue todo lo que pudieron oponer los ingleses. No fue suficiente. El Sir Gallahad fue alcanzado por tres bombas de 250 kg. Los dos últimos A4 atacaron al Sir Tristam. Ambos buques se incendiaron y tuvieron que ser abandonados. El Sir Gallahad estaba cargado con municiones y tenía a bordo gran número de tropas de los Guardias Galeses, con lo que la subsiguiente explosión de las primeras provocó gran número de víctimas. 48 muertos y más de un centenar de heridos sólo en este hundimiento convertirían el 8 de junio de 1982 en el día más costoso de la guerra para los ingleses.
Un concepto absurdo, una defectuosa planificación y una ejecución caótica habían sido las causas del desastre, totalmente innecesario. Además los británicos se encontraron con un plan de ataque perfectamente coordinado y soberbiamente ejecutado por los pilotos argentinos, y de nuevo los sistemas modernos de misiles como los Rapier demostraron sus problemas de adaptación.
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