Ya lo decíamos anteriormente. El acorazado alemán Bismarck es uno de nuestro navíos favoritos. Posiblemente pocos aficionados a la historia naval no sienten algo especial cuando ven la característica silueta de uno de los buques más bellos que se ha podido ver sobre los mares.
Su increíble combate con el HMS Hood también tiene parte de culpa para coronarlo como uno de los barcos más famosos del mundo.
El 24 de mayo de 1941, el crucero de batalla británico, buque insignia y orgullo de la Royal Navy, en compañía del Prince of Wales, interceptó en el Estrecho de Dinamarca al acorazado alemán, que a su vez estaba escoltado por el crucero pesado Prinz Eugen.
La presencia del Bismarck (en plena operación 'Rheinübung') por aquellas aguas obligaba a los ingleses a una intervención para evitar males mayores.
Les costaría caro.
Al mando del vicealmirante Lancelot Holland, el Hood y el Prince abrieron fueron con sus torres delanteras cuando aún estaban algo lejos, a 22 kilómetros, un error que, según los expertos, sería fatal, ya que los alemanes tuvieron el turno de respuesta y pudiendo realizar disparos de caída vertical que podían ser verdaderamente letales.
A pesar de que Holland ordenó que los dos navíos a su mando acortaran distancias a toda marcha, ya sería demasiado tarde.
Tras varios intercambios de salvas, el Hood se disponía a disparar una andanada completa con sus cañones principales cuando el Bismarck efectuaba una salva (la sexta) que alcanzó al acorazado inglés en algún lugar cercano al mástil de popa, penetrando en el blindaje y haciendo explotar los depósitos de cordita de las torres traseras.
Una llamara enorme, más alta que el mástil, surgió de la entrañas del barco inglés, que tras deformarse brevemente saltó por los aires, partiéndose literalmente por la mitad mientras las torres traseras volaban por los aires. El director de tiro, el capitán Schneider, recibiría la Cruz de Hierro por su proeza.
Sólo habían pasado siete minutos desde que empezó el combate.
El Bismarck pudo acabar con el Prince of Wales, pero éste, con daños, se retiró ante la mirada de la tripulación del acorazado alemán, cuyo almirante Günther Lütjens, tenía órdenes de no exponer el barco a tales riesgos a no ser que fuera en caso de defensa.
Sin embargo, el acorazado alemán no había salido ileso del combate, y dejó un rastro de aceite visible para los aviones de reconocimiento que sería, a la postre, fatal.
Por último, mencionar que ésta fue, posiblemente, una de las batallas más deshonrosas de la historia de la Royal Navy (que puso todo su empeño y medios para hundir al Bismarck). Recomendamos este interesante vídeo sobre el desarrollo de la batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario