Dado que la eliminación de todos ellos era demasiado lenta pues los aliados se encontraban ya en Berlín, los nazis decidieron embarcar a todos los prisioneros en grandes buques de transporte y hundirlos, ya que Heinrich Himmler, jefe de la SS, había dejado muy claro que no quería que quedara ninguno vivo.
Los que sobrevivieron a las 'caminatas de la muerte' desde los diferentes campos (por ellos los aliados, en su avance, se encontraron con que algunos estaban completamente vacíos, como el de Neungamme, el mayor de Alemania), en donde fueron sometido a todo tipo de vejaciones, torturados y asesinados durante el trayecto, llegaron al puerto de Lübeck, base alemana en el Báltico. Allí fueron embarcados en el buque de pasajeros Deutschland, el carguero Thielbek y el transatlántico de lujo Cap Arcona.
Después de sufrir las inclemencias a las que le sometieron los alemanes, hacinados en camarotes, sin apenas comida y bebida, mientras seguían siendo maltratados y asesinados a la espera de encontrar la forma de partir de puerto para ser hundidos (el Cap Arcona tenía un problema en la hélice y estaba casi inservible), encontrarían un final más trágico si cabe el 3 de mayo de 1945, cuando la RAF bombardeó el puerto y los barcos alemanes.
El ataque de los Typhoon ingleses fue rápido y letal. Los prisioneros que no murieron quemados o ahogados con el hundimiento de los barcos perecerían en las frías aguas del Báltico, muchos de ellos masacrados sin compasión por los cañones de 20 mm de los aviones ingleses que, obviamente, no conocían la verdadera naturaleza de las personas a las que estaban matando. Lo que sí es cierto es que 7.500 prisioneros de 28 nacionalidades diferentes fueron asesinados en media hora durante la incursión aérea.
Durante los años sesenta el mar Báltico continuó arrojando cadáveres a las costas, y con los ingleses que aún mantienen un hosco silencio (los archivos de la RAF no se harán públicos hasta 2045) sobre lo sucedido.
Fuente e imagen: Wikipedia.
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