Así, un 19 de mayo de 1941, lunes, a las 02:00 horas, este buque abandonaba el puerto de Gotenhaven con rumbo oeste. a las 12:00 de ese día se une al que sería su compañero de ruta buena parte de su viaje, el crucero pesado Prinz Eugen, y los destructores Z-16 Friedich Eckoldt y Z-23 a la altura de la isla de Rügen. Ya a última hora del día el destructor Z-10 Hans Lody se unió a la escuadra, que navegaba rumbo a Noruega, primera etapa de su viaje.
Daba comienzo así una de las operaciones más ambiciosas del alto mando de la Kriegsmarine alemana. Dada la marcada inferioridad en número de la flota alemana frente a la británica, tras la rendición y autoinmolación de la flota de alta mar imperial en Scapa Flow tras la primera guerra mundial, para el conflicto que se avecinaba la mejor baza de los alemanes era la guerra de corso contra el tráfico enemigo, para lo cual se emplearían principalmente tres medios: submarinos, buques de superficie camuflados como mercantes, y los buques de combate principales de la Kriegsmarine, cuya misión sería sortear el bloqueo británico y desembocar en aguas del atlántico norte para caer sobre las líneas de comunicación inglesas. Las vastas distancias y las dificultades de controlar tal extensión de océano podrían muy bien provocar un colapso de la navegación británica sin que sus fuerzas fuesen lo suficientemente fuertes en todas partes para contener la aparición de los buques alemanes, todos de reciente construcción y potentemente armados.
Ese era el concepto que guiaba la operación Rheinübung. Meses antes, una primera internada en el atlántico norte por parte de los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau ya había dado sus frutos, y los dos buques, bajo la dirección del almirante Lütjens, habían alcanzado el puerto francés de Brest tras haber hundido más de 22 mercantes enemigos y hacer saltar todas las alarmas en un almirantazgo británico que había sido incapaz de cazarlos.
Ahora, la entrada en servicio del Bismarck, bastante más poderoso que los cruceros de batalla mencionados, y la futura incorporación de su gemelo el Tirpitz indujeron al alto mando alemán a repetir la operación mediante una salida simultánea de los cruceros de batalla basados en Brest y de los acorazados basados en el norte desde Noruega. de esta forma ambas fuerzas convergerían sobre las rutas de suministro inglesas saturando sus defensas.
Sin embargo, el plan fue modificado por las circunstancias. El Scharnhorst y el Gneisenau fueron atacados por la RAF en su fondeadero repetidas veces, y sufrieron cuantiosos daños, así que el brazo sur de la operación tuvo que cancelarse. Sin embargo, y a pesar de ciertas voces que abogaban por esperar la entrada en servicio del Tirpitz, se decidió seguir adelante con la operación con una salida más limitada desde el norte. Los buques implicados serían el Bismarck y el Prinz Eugen, bajo el mando de nuevo del almirante Lütjens, que había demostrado su pericia y sangre fría con la anterior operación.
Ello daría lugar a una navegación de leyenda, sobre la que se han vertido ríos de tinta, se han hecho películas y escrito libros, y que ha capturado la imaginación de muchos. Y desde luego que el protagonista principal, el coloso germano, lo merece.
El Bismarck se puso en grada el 1 de julio de 1936, fue botado el 14 de febrero de 1939 y entró en servicio el 24 de agosto de 1940. Desplazaba a plena carga 51.760 toneladas y estaba armado con ocho cañones de 380 mm, doce de 150 mm, dieciséis de 105 mm antiaéreos, otros dieciséis de 37 mm antiaéreos y dieciocho antiaéreos ligeros de 20 mm. A pesar de su tamaño, alcanzaba una velocidad cercana a los 31 nudos. En el momento de su entrada en servicio, era el acorazado más poderoso de su tiempo. Los acorazados en servicio en la Royal Navy estaban en franca inferioridad frente a este nuevo enemigo. Sólo los nuevos acorazados de la serie King George V podían aspirar a igualarle en combate.
Bajo el mando del capitán Ernst Lindemann, la tripulación, formada por 2.200 hombres, llevó a cabo un extensivo programa de entrenamiento en tiro, maniobra y control de daños, para alcanzar su máxima eficiencia, que su comandante sabía que necesitaría cuando su buque se enfrentase a la Royal Navy, que lo consideraba sin duda como el rival más peligroso, manteniéndolo bajo una estricta vigilancia. Ahora, con el inicio de Rheinübung, esa tripulación tendría su momento de gloria y la ocasión de comprobar si estaban a la altura del reto al que se enfrentaban. Hacia ese destino zarpó, abandonando las aguas de su Alemania natal, el 19 de mayo de 1941.
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